miércoles, 3 de agosto de 2011

El padre y los 3 hijos pródigos

Según mi experiencia personal, junto con las conversaciones que he tenido con muchas personas, el concepto de "padre" es uno de los más mal entendidos en nuestras comunidades. Cuando decimos mal entendidos no es para denotar que no se entiende qué significa que Dios sea nuestro Padre, sino que no comprendemos a plenitud las dimensiones de esta palabra. 

Dios es nuestro Padre lleno de misericordia, paciencia, amor, bondad, riquezas espirituales y materiales. En la famosa parábola del Hijo pródigo hemos encontrado que un jóven cansado de vivir con su padre pide la herencia y deshonra a aquel quién lo ha cuidado toda la vida. 

No sé a usted, pero a mi me suena familiar. Me recuerda todas esas veces que le he dicho no a Dios confiando en mis propios planes. Pero lo interesante de la situación es que una vez que el jóven se va con todo el dinero de su casa, no le va bien. (Lucas15:14-16) El había disminuido todas las alegrías y ventajas de vivir en la casa de su Padre, pero una vez fuera, se daba cuenta que no era mejor estar solo haciendo lo que según él le traería felicidad. 

El doctor Lucas nos sigue contando que el muchacho recapacitó y se dijo a sí mismo que quería cambiar su vida. La palabra recapacitar es clave ya que en otras versiones también dice "se arrepintió" y esto nos enseña que hay un momento en la vida de un hombre o una mujer que se entrega todo a Dios, que se inclina el corazón al cielo y se empieza a vivir para Dios y no para uno mismo. 

Después de mucho caminar, el Padre lo recibe en la casa con brazos abiertos. (Lucas15:20-22) No sólo no le permite volver como uno de sus jornaleros, sino que manda a traer el anillo de la familia, que simbolizaba capacidad de compra y que tiren la casa por la ventana con una fiesta. Aquí no hay que dejar pasar la gracia que extiende el Padre a sus hijos, y la realidad que cuando nosotros volvemos a la casa de Dios arrepentidos de nuestros acciones. Él nos toma de vuelta sin ponernos en la "banca" más bien, nos pone en nuestro puesto de hijos. Cuando parece que la parábola va a terminar bien, aparece el hermano mayor furioso de aquel recibimiento. (Lucas15:25-30) El hermano mayor no extiende gracia a su hermano y en sus palabras de reclamo a su padre deja ver que él creía que el amor del padre se ganaba a puro trabajo. 

Jesús cuenta esta historia para que nosotros nos pongamos frente a los personajes como sí funcionaran como un espejo. El primer espejo es el del Padre, debemos preguntarnos si conocemos a Dios como esa clase de Padre o si somos así con nuestros hijos. El segundo espejo es el hijo jóven que despilfarra toda su vida lejos de Dios. 

Aquí la pregunta es: ¿Estamos viviendo una vida lejos de nuestro Padre celestial o habrá cosas por las cuáles arrepentirnos, como confiar en que los planes del Padre son mejores que los nuestros? Y el tercer espejo se trata de la religiosidad. Es extremadamente necesario saber sí soy un religioso que no extiende amor a los demás, que no quiere bailar y celebrar porque cree que con Dios se trata de seguir un poco de reglas. ¿Cuál hijo es usted?
Para ver y escuchar esta charla completa haga click aquí.
Que Dios me ayude a mí y a usted a sabernos hijos muy amados.

Rodrigo Fournier

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